Si su hijo le quita el sueldo real y lo esconde fuera de España, menuda manera de sostener su presunción de inocencia.
Si no merece ni la paga ni el palacio, el rey virtual nos está confirmando que el rey de oros es lo que parece y ha hecho lo que suponemos.
La acusación más contundente contra el borbonazo es la del borboncito cuándo pretende convencernos de que él no tiene nada que ver con las sospechosas recaudaciones de su patrón.
Si se aleja del monarca jubilado, será porque sabe lo que hacía y cree que puede evitar el contagio con la mascarilla del buen rey, el distanciamiento del pringoso y lavándose las manos.
Pero si no merece ni la nómina ni la residencia, ¿por qué le consienten que permanezca enrocado en la familia real, que mantenga el tratamiento de emérito (por el que se le supone la dignidad de la honradez) y que su escolta sea del Ministerio del Interior, pagada entre todos?
Dice Sánchez que se juzga a las personas y no a las instituciones pero esa argumentación se desvanece cuando las instituciones protegen a las personas que las desprestigian.
No tiene sentido que el rey virtual lo aleje y lo elogie al mismo tiempo. Tampoco que el gobierno reconozca el mal aliento del padre y simultáneamente proteja al hijo que para celebrar su boda aceptó el viaje regalado por un empresario en la peor tradición familiar.
Se suponía que los monarcas resolvían problemas en beneficio de la democracia. Ahora los multiplican. Sobre todo con este reinado de coalición. ¡Cómo se pueden querer dos monarcas a la vez (el bueno y el malo) y no estar loco!
Mientras tanto, sabemos dónde está. Donde siempre. En la baraja. Es el rey de oros de la timba de los borbones. Está en las cartas para el arrastre.
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1 Comentario
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Agustín Montes C.
10 de agosto de 2020 19:50 at 19:50
La irresponsabilidad constitucional del rey no es sólo un despropósito democráticamente injustificable, por mucho que se empeñen desde ABC, sino también ese supertraje del que pródigamente se han servido las legiones de adláteres que le han acompañado siempre: políticos, empresarios, banqueros, militares, obispos y todo lo más «granío» de la «castajunta» o de la «pastajunta».