Lo sabe. Juan Carlos I es consciente del daño que están haciendo las informaciones que se están conociendo. Ayer se supo que, después de abdicar, solicitó a Corinna Larsen que le devolviera los 65 millones que le había transferido. El goteo de noticias es incesante, y no solo están afectando a la reputación del anterior monarca, sino de toda la institución. Su hijo, Felipe VI, pretende que se aparte simbólicamente de la misma, y para ello, considera que lo mejor sería que renunciara a su título honorífico de rey.
Sin embargo, según escribe Miguel González en El País, el emérito no parece por la labor de renunciar voluntariamente a esa distinción honorífica. La pelota quedaría, por tanto, en el tejado de Felipe VI, que tendría que tomar la decisión sin su consentimiento. No es la única medida sobre la mesa: estudia otras como que se aleje geográficamente del Palacio de Zarzuela (incluso mudándose a un país extranjero) o reducir la familia Real a su esposa Leticia y sus hijas, a pesar de que eso perjudicaría de rebote a su madre, Sofía de Grecia.
El Gobierno, por su parte, es partidario de que el proceso se acelere, pero siempre ha delegado las decisiones en Felipe VI.
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1 Comentario
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B B
18 de julio de 2020 15:58 at 15:58
Todo lo que publique “El País” es tóxico, carece de credibilidad y no responde a criterios informativos, sino de otra índole, manipuladores, delictivos, encubridores.
En cuanto a lo que acontezca en función de lo que piense, diga o haga el “Bobón”, me temo que no depende de él sino de lo que piensen hacer con él quienes con él vivieron a todo tren y a costa del pueblo español empobrecido.
Es la mafia monárquica y, si les estorba, se lo quitarán de en medio sin contemplaciones mientras deciden qué hacen con su hijo, el otro “Bobón”, que ostenta hoy la corona.
Lo tienen demasiado fácil en esta ocasión, está el “Bobón” viejo muy viejo y muy corrompido, tiene muchos achaques, será muy sencillo eliminarlo y luego contarnos los cuentos de la cloaca mediática, qué bueno era, cuánto sufrió en esta vida, qué gran hombre de Estado fue y cuánto desagradecimiento, cuánto desprecio injusto recibió el pobre….
Un funeral con todos los obispos y todos los honores, las plañideras y los llantos fingidos, para después mandarlo derechito al pudridero de El Escorial.