“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.” Cicerón
Por credibilidad debemos entender la cualidad de lo creíble. Esto supone que quien nos comunica puede, o merece, ser creído. En la comunicación pública la source credibilityo credibilidad de la fuente se centra en la credibilidad de los oradores y sus efectos sobre la persuasión. El propósito fundamental de la comunicación es ese. En esa línea, la media credibility o credibilidad del medio también se pone de manifiesto en la difusión de los mensajes. Por ello, la credibilidad institucional de la organización y los portavoces que producen información, y el 'procesamiento'que de ella realizan los medios de comunicación, constituyen, sin duda, una de las claves de su consistencia. Entendiendo por consistencia la solidez de la argumentación emitida y a la credibilidad de la fuente originaria. El control, o la capacidad de influir sobre ese 'procesamiento' de los mensajes para producir opinión publicada, que esta oposición ha construido en esta legislatura, a través de medios directos e indirectos, tal vez deba incluirse como factor determinante en este análisis. Me atrevo a concluir que esta situación de aparente fiscalización, con base en los hechos o en fakes, no se dio desde el advenimiento de la democracia en España. Aún así, han echado a Javier Negre de El Mundo. Tal vez todo tiene un límite. Por ello, la sociedad civil confía cada vez menos en las funciones democráticas y sociales del periodismo. La perversión por complicidad, en la que una amplia parte de la profesión ha incurrido, ha terminado afectando la credibilidad de los mensajes.
El indicador del retroceso en el número de lectores de los medios de prensa tradicionales en favor de la denominada 'prensa independiente' resulta evidente. No solamente están sobreviviendo económicamente, sino que, además, el número de lectores se incrementa oleada a oleada. El intento que se ejerce desde el poder económico, en el sentido de descalificar la independencia de las redes sociales, es una manifestación de la impotencia que tienen los medios tradicionales en su pretensión de control absoluto. Están inquietos. Por ello presionan. Así, la sucesión de desatinos comunicativos que se sucedieron desde el inicio de la legislatura del Gobierno de coalición es innumerable. Desde la directa alteración de los datos de la realidad, hasta la de fake news producidas en gabinetes de acción psicológica a metros de la sede de la voluntad popular, en el centro de nuestras capitales.
Es obvio que la credibilidad informativa se diluye en las disputas partidarias. En los debates de baja estofa. En las riñas de contrincantes mediocres. Desde la historia del parlamentarismo, las bancadas ofrecieron ejemplos de oratoria que ennoblecieron el recinto. No es el caso en la actualidad. Esos modos se vuelven inquietantes para el conjunto ciudadano. Produce desconfianza, que es la antesala de la pérdida de credibilidad.
La veracidad es un término cuyo significado nos puede dar más elementos de juicio. La veracidad como actitud implica que aquello que, se supone es verdadero, lo es de manera presunta. Como bien se conoce, una actitud es una predisposición a actuar tanto favorable como desfavorablemente en relación a una cuestión determinada. Ello implica que se puede estar equivocado por algún motivo. Los relativistas sostienen que hay que tener en cuenta que la verdad no es algo absoluto. Es decir, lo que para unos es cierto para otros no lo es. Revisemos lo acontecido, por ejemplo, en el tratamiento periodístico de las cuestiones de corrupción. En las argumentaciones para justificar las imprecisiones acerca de los hechos. En las justificaciones sobre las turbias relaciones entre economía y política. Penoso. En algunos casos, tabernario. Aunque, y no por ello menos significativa, nos queda la mentira como ingrediente de los mensajes. Las hemerotecas y videotecas están repletas de ejemplos en esta dirección. “Sé fuerte, Luis”. Todo lo expuesto nos lleva a plantearnos que, cuando alguien nos dice algo, si no hubiese situaciones turbias mediante, normalmente le otorgaríamos credibilidad.
Confiaríamos en lo que nos trasmite. “No volverá a ocurrir”, nos dijo el Borbón, en momentos en los que según parece guardaba dinero de las comisiones por negociados. Esto se basa en que las personas, que mayoritariamente son sinceras, honestas y francas, toman como referencia la idea de veracidad y, al mismo tiempo, evitan la falsedad, la mentira o la hipocresía. Ello significaría que creemos en la buena fe de las palabras, en la veracidad de las mismas, pero terminamos acudiendo a los hechos para confirmar o desmentirlas. Los hechos ofrecen la verdad. El dinero del saqueo no aparece. Eso es un hecho. Que nos han mentido desde el comienzo de la Transición no puede negarse.
En consecuencia, si la veracidad es el anhelo de alcanzar aquello que, en principio, es cierto, entonces, en este punto parecen concentrarse los diversos portavoces para defender su gestión. Desde allí, los representantes sociales, políticos y económicos pugnan cotidianamente por lograr primero la veracidad y, luego, confirmar la verdad de sus mensajes. Luego, recordamos el pensamiento que decía: "No dejes que la realidad te arruine una buena noticia". También debemos concluir que este axioma periodístico suele ser muy utilizado por los generadores de información o de infodemia. Entonces infoxican masivamente.
Si 'contar la verdad' es exigible a los generadores de información, entonces debemos requerir que dicho relato sea pleno. Lo contrario puede contener la 'verdad parcial' o la 'mentira encubierta'. Es allí, en donde la credibilidad de esa fuente juega un papel determinante. Puede que en un mensaje sea cierto todo lo que está contando la fuente, pero puede parecer, además, que hay una parte que no se está contando. El periodismo como entrevistador se juega su credibilidad cuando elude las repreguntas, o la exposición de los hechos que contradicen las afirmaciones poco veraces o parciales. Tanto ha sido, a juzgar la sucesión de episodios en los que se han visto involucrados innecesariamente, o temerariamente, muchos en su desempeño público. Para entonces, en la mayoría de los casos, dilatando procesos y archivando causas, el fin pudo haberse logrado y la verdad desaparecer en la niebla de la memoria colectiva.
No permitas que la mentira prevalezca. En ningún caso. Ni siquiera en lo pactado en la Transición. Mucho menos con la manipulación de la justicia.
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