El otro día Pablo Casado trató de deshacerse de las cadenas que le unen a la extrema derecha, sin lograrlo. Pronunció un discurso subido de tono y lleno de fuegos de artificio, para intentar desvincularse de los de Abascal, olvidando que Aznar, que es la madre de todos, no va a permitir que sus hijos estén peleados y anden a la greña. Como buena matriarca hará todo lo posible por sentarlos en la misma mesa.
Y es que José María los ha parido a todos y cada uno de ellos y tiene en su salón comedor colgada, como foto familiar, la instantánea de Colón para el recuerdo.
Por mucho que Casado se ponga y se quite barba, mueva o desplace peones, sabe que no puede tapar el sol con un dedo, porque Vox dice sin tapujos lo que ellos han expresado siempre en la intimidad de sus reuniones, sin postureo.
Vox les han comido la tostada por completo. Lo bueno de todo eso es que afortunadamente ya tienen su techo. No hay tanto fanático obtuso en España para seguir creciendo. Vox no es ni será nunca en nuestro país, un partido de gobierno.
Casado ha entendido tarde que los reaccionarios le han arrastrado a territorios incómodos para una parte de su electorado e intenta ahora, con discursos, lo que no puede materializar de ninguna manera con hechos. Sabedor del desastre se quiere colocar en el centro derecha que duerme ya, cómodo y monárquico en el PSOE de González y de Carmen Calvo la Vicepresidenta Primera.
PP Y Vox la misma cosa son, aunque la madre que los parió les compre la ropa en distintas tiendas.
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